NOTA AL PIE ;
La consigna era realizar un relato o un cuento en el que se vislumbre un "conflicto" . Ustedes me dirán si se logró
jlss
LA LATA
José Luis Sebastián
Salas
El calor arrasaba
el intenso bosque. Las ramas de los arboles pugnaban por surgir hacia el cielo.
Dos combatientes de la guerrilla, agotados por el sol, sostenían una charla,
que más bien parecía una súplica.
-Ya no puedo más,
Néstor, si no cazamos algún animal, me moriré aquí mismo – sollozaba Roger.-
tranquilo! , los compañeros llegaran al
anochecer con alimentos – respondió el aludido.
Sus boinas andrajosas caían lateralmente en sus frentes polvorientas y sudorosas.
Sus ojos brillaban lagrimosos, buscando explicación de su impotencia. Sus bocas
ligeramente cianóticas, labios resecos no alcanzaban a terminar frases largas. Vestían
uniformes color caqui, que más parecían andrajos. Cada uno llevaba un par de
botas tiznadas y agujereadas por las interminables caminatas y sus cuerpos
debilitados y flacos se entregaban al destino.
-Ya se lo dije a Osvaldo,
cuando nos separamos – dijo Roger. Si nos mandas solos al patrullaje, tal vez no
nos volvamos a ver. El me respondió: ¡Obedezca, soldado … no cuestione! –Tal vez –dijo Néstor, con la mirada perdida:
sus ojos inmóviles, parecían dos luces debajo de una intensa cabellera, brotada
en los 60 días que se encontraban en la selva. –Tenemos que hacerlo por
nuestros ideales, y para dar mejores días a nuestros hijos ´-balbuceo Roger.
La región norte
de La Paz se convirtió en escenario para que un grupo de jóvenes atrapados en
discursos políticos, acudieran a las armas con el ánimo de derrocar a un gobierno,
que según ellos rompía los esquemas de libertad y soberanía. No les importo su
vida, fanatizados orientaron su directriz a acabar con la ideología contraria a
la suya.
Habían pasado ya
dos meses, internados en el bosque, en condiciones infrahumanas, con líderes débiles,
que no entendían del todo, porque arrastraron a 87 jóvenes a esa “aventura” , a
sabiendas interiormente que era muy difícil la victoria .
-Me muero de
hambre- volvió a decir Roger. No puedo ni pensar. Buscó en su mochila
afanosamente y en uno de los bolsillos posteriores encontró una lata de
sardinas envuelta en una bolsa plástica. La desenvolvió y casi sin dudarlo
intento abrirla con un abrelatas oxidado. Néstor lo detuvo – Estas loco? - Lo
increpó, esa lata es todo el alimento que tenemos para la patrulla, no se te
ocurra comer las sardinas. Roger lo miro y en un momento de sensatez, pero a la
vez de engaño le dijo – tienes razón Néstor-
las ordenes son las ordenes. El comandante nos instruyó que por nada del
mundo comiéramos las raciones de los demás compañeros, o lo pagaríamos con
nuestra vida. Pero …. qué fácil es decirlo ; no contábamos con las penurias del
momento . Pero de todas maneras, me aguantare. Todo sea por la revolución!
La noche inicio su andar, dando oscuridad al ambiente.
Los dos hombres se cubrieron con unas mantas y se dispusieron a conciliar el sueño.
Roger no podía dormir;
daba vueltas sobre su cuerpo y la ansiedad rodaba en su mente. Sus ojos
totalmente abiertos observaban un árbol, una roca, un tablón y sobre todo la
mochila inmóvil a unos metros de su posición. Se levantó y presa de desesperación,
se acercó al bulto y extrajo, con movimientos torpes pero rápidos, la ansiada
lata de sardinas; la abrió briosamente con el abrelatas y viendo al precioso
manjar embadurnado con aceite, no pensó en nada, solo atinó a decir – “Maldita
sea” y engullo una tras otra, las tres sardinas que contenía el envase. Hizo
deslizar el aceite hacia su boca, cayendo gota a gota, terminando el contenido.
Se deslizó a su
posición inicial, al lado de su compañero quien dormía. Empezó a sentir
remordimiento. “Como pude?”, “que comerán mis compañeros?”, “fui un imbécil, no
pensé”. El mundo se le vino encima. Tal vez, si explicara a sus camaradas, pensaba,
( los pocos que quedaban en el patrulla) y sobre todo al Comandante Osvaldo ,
que “una fuerza poderosa lo abraso , nublo su pensamiento y tuvo que actuar así
, ya que si no se moría” , cambiaría el talante de un enfurecido Comandante.
Porque lo conocía y sabía que cuando algo salía mal , reaccionaba enérgicamente.
-“Fue una torpeza
, meterme en este berenjenal de Guerrilla , no estuvo al nivel de mi carácter
ni pensamiento . Soy un traidor y un frágil combatiente y sobretodo cobarde”
pensaba Roger y atormentado, no sabía lo que hacer.
Al amanecer,
surgieron tres sombras de entre los árboles. Eran dos militantes y el
Comandante Osvaldo, quienes venían exhaustos, luego de una caminata nocturna
que les llevo varias horas para encontrar a los dos jóvenes (Roger y Néstor) y así
reforzar la patrulla.
-Tengo malas
noticias – sentencio Osvaldo – dando la orden de ponerse firme a la tropa
-De los 87
combatientes de nuestro ejército de liberación , solo quedamos 15 , todos los
demás ofrendaron su vida por nuestros sueños e ideales . Ríndemosles honores y
un minuto de silencio.
Los cinco combatientes,
parecían estatuas camuflados en la espesa maleza, confundiéndose con los
vericuetos de los árboles y los arbustos.
– mientras exista alguien vivo , no descansaremos en la lucha – dijo y avanzó
, mirando uno a uno a sus soldados , a sus ojos : la bravura de su mirada escondía una inquebrantable
convicción de victoria , pese a todo .
-Según me informa
el soldado Justiniano, ustedes dos Roger y Néstor, tienen en su poder una lata
de sardinas, que la compartiremos entre los cinco, ya que es lo último que nos queda.
Roger lo observaba,
con la boca entreabierta, las manos sudorosas y la respiración entrecortada,
presa de una sensación de fatalidad que lo abarcaba todo.
-Presenten el
alimento – ordenó el comandante. El silencio lo abarco todo.
Luego de unos
segundos interminables, llenos de zozobra y desaliento Roger atino a decir:
-“me la comí yo solo, lo siento”. Introdujo su cara entre sus dos manos y lloro
como un niño , además de gritar : “perdón , perdón”
El comandante,
cambio de expresión. Se le acerco y con la facies abotagada , rubicunda y sin
importarle nada dijo – Canalla , cómo pudiste?- Nos condenaste a nosotros , tus
camaradas , tus compañeros de armas , a
la muerte . Le obligo a leer un párrafo de un folleto ajado que extrajo del
bolsillo superior de su casaca. – Que dice? Repítemelo, delante de tus compañeros
–Vamos; en voz alta. Roger empezó la lectura: Articulo 56: “quien intentare quitar
la comida destinada a la tropa en tiempos de necesidad, dicha acción será
considerada como una ofensa gravísima y será pasible al fusilamiento, como
escarmiento y ejemplo para los demás combatientes – terminó.
El comandante
Osvaldo se alejó de sus subalternos y empezó un run run en su mente frente a su
decisión. No tardo unos minutos y volvió a acercarse al grupo que lo veían
impávidos.
Roger pasó el día
enmanillado, de espaldas a sus compañeros y amigos. Al atardecer, cuando los
relojes marcaron las 18 00 horas, fue ejecutado, y enterrado ahí mismo.
joseconacentoenlao
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